miércoles, enero 16, 2008

Metro de Moscú (Bee Flowers y Marcos Medalla)

Este post es un trasbordo entre palabras e imágenes. Una remezcla personal con la que quiero presentaros dos contenidos distintos: Por un lado están las impresionantes fotografías del Metro de Moscú de Bee Flowers, un artista holandés que ha desarrollado su trabajo en Rusia y que centra su atención en los cambios sociales que allí han tenido lugar en las últimas décadas. Por otra parte he querido “ilustrar” esas imágenes con los testimonios de Marcos Medalla, un chileno residente en Toronto que fue becado para realizar sus estudios en la Universidad Patricio Lumumba en la Unión Soviética y hace un tiempo regresó allí invitado por un programa de TV. La voz de un militante que echa la mirada atrás.
Espero que os guste lo suficiente como para visitar las webs de Bee Flowers y Marcos Medalla.
Recomendación: pinchad en las imágenes para ampliar.
El destino es increíble e impredecible. Hace apenas cuatro meses yo escribí un testimonio sobre mi visita a los “túneles del infierno” como llame a la red de túneles cerca de Saigon, donde el Vietcong le hizo la guerra a los americanos. Anduve agachado por las cuevas llenas de arañas y estuve en la “sala” de comando que planeo la ofensiva Tet. ¿Cómo podría yo imaginarme apenas hace 4 meses que ahora volvería a los túneles que marcan mis recuerdos de Moscú, los túneles de mi nostalgia, los túneles del Metro de Moscú?
Diviso la estación de Vladikino. Antigua estación, típica con forma de rotonda romana, con sus columnas y puertas batientes. Arriba, con bordes de cemento carcomidas por los inviernos, se lee aun Metropoliten imeni Lenina. Stantsia Vladikino. Tiritón en los calzoncillos, voy a entrar.
Compadres, esto no se lo doy a nadie. Yo creía que el olor del metro de Moscú era igual a los metros de otros lados. Estaba profundamente equivocado. Marcel Proust estableció que los olores son las sensaciones más poderosas para llevar atrás en el tiempo. Apenas entro siento el olor del Metro de Moscú, diferente a cualquier olor de metro de la galaxia.
Como ráfaga o torrente de memoria, me vuelven las sensaciones de entonces, creo que me voy a desmayar, me veo y siento hace 40 años, ya no soy mas un viejo de 60, soy un estudiante del siglo pasado. Pero no, es pura sensación, me recupero pronto. Voy a la caja y compro un pase para 15 viajes, así sale mas barato. Pago 180 rublos por 15 viajes, lo cual es barato comparado con Toronto. El ticket es leído electrónicamente, impreso el viaje y devuelto por la maquina rápidamente. Desciendo la escala mecánica y más ataques de nostalgia. En el túnel de bajada hay letreros de mil cosas, propaganda capitalista de todo tipo, pero debajo de los letreros el mismo Metro nuestro.
Cuando llego a Mayakovskaya me bajo y me paseo por la plataforma. Admiro la belleza única de esta estación, hospital durante la segunda guerra mundial. Miro los mosaicos, los arcos de las columnas. Cuando paso después por otras estaciones familiares, me bajo hasta el siguiente tren. Así llego finalmente a Sportivnaya, no resisto más y salgo a la ciudad.
Es muy curioso todo, pero si me hubieran dado a elegir UN solo lugar para visitar después de todos estos años, no me habría equivocado en elegir el Metro de Moscú. Estos túneles y vagones encierran como nada nuestra vida de jóvenes, aquí quedaron dando vueltas para siempre nuestros sueños, nuestras risas y nuestras tristezas.
Muchos lumumberos que lean esto dirán que meo fuera del tiesto, pero muchos, aquellos que aún conservan a flor de piel los recuerdos, las sensaciones y mantienen el espíritu a pesar de los vaivenes de la existencia, a esos les digo, hagan un sacrificio antes de pasar al mundo del silencio y vengan al Metro de Moscú. Valdrá la pena. Por 15 rublos entraran al túnel del tiempo, verán en calidoscopio su vida pasada, sentirán el olor que llevan escondido sin saber, rozaran en los brazos de los moscovitas que hoy bajan por las escalas, la piel que rozaron hace 40 años. Cruzando una pasada de estación el otro día, me pille riendo solo; ya no era de nostalgia ni emoción. Pensé, tantas cosas de la vida, tantos afanes por esto o lo otro, que los trabajos, las aspiraciones, las apreturas y sacrificios, para llegar al final a los 60 años y sentir que uno es feliz porque siente el olor y los vaivenes de un vagón destartalado a cien metros de profundidad.
Cuando Neruda dijo que la poesía estaba en todos lados, seguro se refería al Metro de Moscú.
“Ostorozhno, dvieri zakrivaiutsia. Siguiente estación: Kto znaet.....”

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